Organismos autótrofos o productores. Dentro de estos, destaca de una manera significativa, el olivo –la principal entrada de energía en el olivar se realiza a través de la fijación fotosintética que realizan las hojas verdes-; aunque, en algunos casos y dependiendo de la época del año, de la existencia de reductos vegetales y del tipo de laboreo practicado, podemos encontrarnos con hasta cien tipos de especies vegetales distintas que, de alguna manera, complementa la labor de captación de energía (calor, luz, radiaciones ultravioleta…), además de otros beneficios que se trataran por separado, como son, por ejemplo, los relacionados con la estabilidad de las vertientes o, dicho de otro modo, con la erosión. Esta situación, especialmente en olivares laboreados, limita, no solamente la captación de energía, sino también, y de manera importante, la biodiversidad; la ausencia o escasez de plantas, impide la existencia de toda una serie de fauna y microfauna asociada.
Consumidores primarios o fitófagos. En el olivar, en general, existe una abundante fauna asociada que se alimenta de los vegetales allí existentes. En primer lugar puede considerarse la existencia de una abundante avifauna, sobre todo en invierno, siendo importante la representación en frugívoras (consumidores de fruta) y granívoras (consumidoras de simientes), a la que hay que añadir una enorme gama de invertebrados, fundamentalmente insectos (existen más de 130 especies que basan su alimentación en el olivo), algunos sociales como las hormigas –grandes depredadoras generalistas- o las abejas, pero también, determinados arácnidos y miriápodos herbívoros (milpiés, paurópodos y sínfilos). Dentro de este grupo, ha de citarse, por la importante labor que desempeñan al activar el ciclo de los nutrientes, además de otros beneficios, a mamíferos como ratones, topos, conejos, liebres… Existen también, aunque sólo sea en determinadas zonas limítrofes con zonas de monte, determinados rumiantes como son el gamo o la cabra montés.
Dentro de este apartado, aunque sólo referido para el olivar más tradicional, hay que hacer referencia a la importante labor cumplida en este sentido por los animales domésticos, tanto los de tiro (mulos, caballo, burros, bueyes) como los dedicados a complementar la dieta de economías domésticas de autosuficiencia (cabras, ovejas, gallinas, conejos, cerdos…). En la mayoría de los casos estos animales no tenían una relación directa con los olivares, salvo los de tiro que eran utilizados para la labranza, u otros como las cabras, que los pastoreaban circunstancialmente. La relación era indirecta, pero importante, ya que alimentados con productos procedentes de tierras calmas dedicadas a cereales y barbechadas con leguminosas de grano, sus excrementos –el estiércol-, junto a otros restos orgánicos domésticos, eran almacenados y distribuidos periódicamente en los olivares, actuando como abono orgánico (sostenible). En la actualidad esta práctica es marginal, aunque, con buen criterio, en zonas puntuales, tratan de asociar la ganadería a explotaciones olivareras no labradas con un beneficio mutuo para ambas actividades, salvo que se realice en exceso sobrepastoreando (ramoneo, erosión, compactación…).
Dentro de este apartado, aunque sólo referido para el olivar más tradicional, hay que hacer referencia a la importante labor cumplida en este sentido por los animales domésticos, tanto los de tiro (mulos, caballo, burros, bueyes) como los dedicados a complementar la dieta de economías domésticas de autosuficiencia (cabras, ovejas, gallinas, conejos, cerdos…). En la mayoría de los casos estos animales no tenían una relación directa con los olivares, salvo los de tiro que eran utilizados para la labranza, u otros como las cabras, que los pastoreaban circunstancialmente. La relación era indirecta, pero importante, ya que alimentados con productos procedentes de tierras calmas dedicadas a cereales y barbechadas con leguminosas de grano, sus excrementos –el estiércol-, junto a otros restos orgánicos domésticos, eran almacenados y distribuidos periódicamente en los olivares, actuando como abono orgánico (sostenible). En la actualidad esta práctica es marginal, aunque, con buen criterio, en zonas puntuales, tratan de asociar la ganadería a explotaciones olivareras no labradas con un beneficio mutuo para ambas actividades, salvo que se realice en exceso sobrepastoreando (ramoneo, erosión, compactación…).
Consumidores secundarios o predadores
(carnívoros).
Dentro de los consumidores secundarios debe citarse de nuevo a las aves, en este caso insectívoras –como el agateador común, consumidor de la “euzofera”- o rapaces como el mochuelo, junto a otros vertebrados como los reptiles (lagartos, lagartijas, culebras), comedores de insectos en su mayoría. Sin embargo, el mayor número de consumidores secundarios y terciarios (predadores y parásitos), son invertebrados y, dentro de estos, insectos (entomófagos o comedores de insectos), destacando especialmente las hormigas carroñeras; pero también, otros invertebrados arácnidos, miriápodos -en este caso, insectívoros, especialmente los quilópodos (ciempiés y escolopendra)-, insectos mantodeos como la mantis religiosa –gran depredadora junto a otros predadores naturales de las plagas como son la crisopa o la mariquita de los siete puntos, por tanto entomófaga, es decir, depreda otros insectos- de la que solo existen ocho géneros de la familia en la península y uno de ellos, la Apteromantis aptera,es un endemismo de la mitad sur peninsular, y uno de los pocos insectos incluidos en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y en el Catálogo de Especies Amenazadas, debido a la amenaza que constituye para ella los insecticidas, sobre todo de amplio espectro, además de la pérdida de su hábitat natural, sustituido por amplias extensiones de monocultivo. Existe, por otra parte, otros predadores mamíferos y, generalmente de mayor tamaño que, con una representación muy condicionada por el entorno, cumplen un importante papel (zorros, comadrejas, tejones…)
(carnívoros).
Dentro de los consumidores secundarios debe citarse de nuevo a las aves, en este caso insectívoras –como el agateador común, consumidor de la “euzofera”- o rapaces como el mochuelo, junto a otros vertebrados como los reptiles (lagartos, lagartijas, culebras), comedores de insectos en su mayoría. Sin embargo, el mayor número de consumidores secundarios y terciarios (predadores y parásitos), son invertebrados y, dentro de estos, insectos (entomófagos o comedores de insectos), destacando especialmente las hormigas carroñeras; pero también, otros invertebrados arácnidos, miriápodos -en este caso, insectívoros, especialmente los quilópodos (ciempiés y escolopendra)-, insectos mantodeos como la mantis religiosa –gran depredadora junto a otros predadores naturales de las plagas como son la crisopa o la mariquita de los siete puntos, por tanto entomófaga, es decir, depreda otros insectos- de la que solo existen ocho géneros de la familia en la península y uno de ellos, la Apteromantis aptera,es un endemismo de la mitad sur peninsular, y uno de los pocos insectos incluidos en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial y en el Catálogo de Especies Amenazadas, debido a la amenaza que constituye para ella los insecticidas, sobre todo de amplio espectro, además de la pérdida de su hábitat natural, sustituido por amplias extensiones de monocultivo. Existe, por otra parte, otros predadores mamíferos y, generalmente de mayor tamaño que, con una representación muy condicionada por el entorno, cumplen un importante papel (zorros, comadrejas, tejones…)
Descomponedores. Constituyen una pieza importantísima dentro de cualquier ecosistema, también en el olivar. Tanto la microfauna como la mesofauna englobada en este grupo, son fundamentales para el mantenimiento de la fertilidad de la tierra y la capacidad de ésta para retener el agua. En general, en el olivar encontramos la gran mayoría de los referenciados en la relación de descomponedores que se ha hecho anteriormente. Dentro de ellos cabe citar, por su importancia, determinadas bacteria independientes como la Azotobacter, o asociadas a las raíces como los Rhizobium. En opinión de Manuel Pajarón: «El nitrógeno es el gas más abundante en el aire (casi el 80%), pero tal como se encuentra no es aprovechable por las plantas, que no pueden asimilarlo si no lo absorben disuelto en agua y formando unas determinadas combinaciones químicas con otros elementos (oxígeno e hidrógeno). Lo que las plantas no pueden hacer sí lo hacen algunos microorganismos. Unos de vida independiente, como Azotobacter, y otros (los conocidos Rhizobium) que necesitan asociarse a las raíces de determinadas plantas, las leguminosas, con las que establecen una curiosa relación. Estos minúsculos seres, que viven en las zonas oxigenadas de la tierra, aprovechan el nitrógeno del aire para incorporarlo a su organismo combinándolo de tal manera que les aprovecha a ellos, a la leguminosa que les alberga y, al final, queda en forma aprovechable para el resto de las plantas. Todo esto sin olvidar su excelente relación (les gusta instalarse juntas) con las “micorrizas”, hongos que se asocian a las raíces de la mayoría de las plantas, entre ellas los olivos, multiplicando la capacidad de absorción de las mismas, especialmente en algunos nutrientes, como es el caso del fósforo, de especial importancia en los olivares sobre terrenos calizos».
Realizado por Isabel Millán.
Has encontrado mucha información y bastante buena, por cierto jajajajaja ¡¡Buen trabajo Isabel!!
ResponderEliminarMaría Jiménez Valiente
Buena entrada la de las relaciones tróficas no sabía que había tantos animales y diversidad en el olivar y había animales que no sabía que los podías encontrar allí, como la hormiga grande depredadora
ResponderEliminarMario Sevilla